lunes, 13 de mayo de 2013

El ejercito de Puerros - 2


(2)

Caminaban por la carretera, torcían a la derecha cuando de pronto Pako gritó, ¡Mira por ahí!, Simón el Gruñón levanto la cabeza para ver lo que le decía Paco pero no vio nada. Y volvió a gritar Pako la Patatita, ¡Si, mira ahí, hay un montón! Entonces Simón el Gruñón vio lo que estaba indicando Paco la Patatita. Ahí desfilaban un montón de Puerros, ¡pero que Puerros! Todos vestidos de verde, a algunos se les caía la chaqueta tocando el suelo, por debajo llevaban una camiseta blanca y vaya tenían un montón de patas! Se les movían todos ala vez! Te mareabas mirando tantas patas a la vez moviéndose. No tenían brazos o al menos no se les veía los brazos. En la cabeza llevaban un gorro también verde que daba toda la vuelta hacia atrás que parecía un cuello muy grande, y luego las caras! Estaban todos muy pero muy serios, nadie sonreía, sus bocas eran rayitas verticales, no se veía si tenía dientes o una lengua, no, no se veía nada de nada. Los ojos también eran unos rayitas pero horizontales. Todos llevaban sables colgados desde las caderas. Daban miedo. Su jefe era un Puerro gigantesco También vestido de verde, el llevaba un sable todavía mucho mas grande, tan grande que a veces se tropezaba con ello cuando se metía entre sus múltiples patas. Sin embargo sus ojos eran rayitas verticales y su boca era una rayita horizontal. Cuando gritaba para dar las ordenes a su ejercito de Puerros temblaba toda la tierra. Tenía una voz potente, muy potente. A Pako la Patatita y Simón el Gruñón les daba miedo al ver todos estos Puerros desfilando y mas miedo aún les daba el Jefe al ser tan grande y con esta voz tan tremendamente fuerte que hacía temblar todo la tierra. De repente volvía a gritar esta voz tan fuerte del  Jefe y todos los Puerros se paraban a la vez, otro grito del Jefe y los Puerros se relajaron y se sentían en el lado de la carretera.
Esto era un problema para Pako la Patatita y para Simón el Gruñón, porque por ahí tenían que pasar ellos, pero les daba miedo todos estos Puerros con sus sables y todavía mas miedo les daba el Jefe. Se miraban el uno al otro preguntándose, como iban a hacer ahora.
Simón se puso a llorar, el tenía que comprar las lechugas en el mercado y si tardaba demasiado tiempo, no quedaban lechugas. Su madre se pondría furiosa porque entonces no tenía comida para hoy, y todos sus hermanos se pondrían a llorar. No, había que encontrar una idea para poder pasar todos estos puerros ahí sentados en la carretera con su Jefe que ahora se había dormido y roncaba, ¡pero como roncaba! Jamás Pako la Patatita y Simón el Gruñón habían oído tanto ruido. Un ruido ensordecedor, tenían que gritar en sus orejas para entenderse y aún así casi era imposible entender lo que se decía.
De pronto uno de los Puerros del ejercito de Puerros se les acercaba, Pako la Patatita tuve muchísimo miedo y Simón el Gruñón casi se desmayaba. El soldado Puerro les empezó a hablar pero Pako y Simón o entendían nada de lo que les decía. Hablaba raro, nunca habían oído hablar así. El soldado Puerro se inclinó frente a ellos, Pako y Simón se miraban el uno al otro no sabiendo que hacer, cuando al final ellos también se inclinaban. Al volver a incorporarse el soldado Puerro sonrío y volvía a hablar. Pero, ¡que decía! Indicaba a sus patas y después al cielo. ¿Que podía ser esto? Hasta de pronto A Pako la Patatita se lo ocurrió que cuando el estaba jugando con sus primos en la tierra a veces chocaba contra un montón de patas igual que las de los soldados Puerros, y dijo: ¡tienen sed! Seguro que tienen sed! Simón el Gruñón no entendía nada y dijo, ¿sed? ¿Como que sed? Si gritó Pako la Patatita, ¡Sed! En la tierra los puerros beben por sus patas blancas. Entonces a Simón el Gruñón se le ocurrió una muy buena idea, cerca de donde estaban se encontraba un charco muy grande que el había visto el día anterior cuando fue e visitar a su tío Jesualdo. Había llovido mucho estos días y todavía el charco no se había secado. Así que Pako la Patatita y Simón llevaron a todos estos Puerros al Charco a beber agua, menos mal el jefe siguió roncando y no se despertó.

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