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Caminaban
por la carretera, torcían a la derecha cuando de pronto Pako gritó, ¡Mira por
ahí!, Simón el Gruñón levanto la cabeza para ver lo que le decía Paco pero no vio
nada. Y volvió a gritar Pako la Patatita, ¡Si, mira ahí, hay un montón!
Entonces Simón el Gruñón vio lo que estaba indicando Paco la Patatita. Ahí
desfilaban un montón de Puerros, ¡pero que Puerros! Todos vestidos de verde, a
algunos se les caía la chaqueta tocando el suelo, por debajo llevaban una
camiseta blanca y vaya tenían un montón de patas! Se les movían todos ala vez!
Te mareabas mirando tantas patas a la vez moviéndose. No tenían brazos o al
menos no se les veía los brazos. En la cabeza llevaban un gorro también verde
que daba toda la vuelta hacia atrás que parecía un cuello muy grande, y luego
las caras! Estaban todos muy pero muy serios, nadie sonreía, sus bocas eran rayitas
verticales, no se veía si tenía dientes o una lengua, no, no se veía nada de
nada. Los ojos también eran unos rayitas pero horizontales. Todos llevaban
sables colgados desde las caderas. Daban miedo. Su jefe era un Puerro
gigantesco También vestido de verde, el llevaba un sable todavía mucho mas
grande, tan grande que a veces se tropezaba con ello cuando se metía entre sus múltiples
patas. Sin embargo sus ojos eran rayitas verticales y su boca era una rayita
horizontal. Cuando gritaba para dar las ordenes a su ejercito de Puerros
temblaba toda la tierra. Tenía una voz potente, muy potente. A Pako la Patatita
y Simón el Gruñón les daba miedo al ver todos estos Puerros desfilando y mas
miedo aún les daba el Jefe al ser tan grande y con esta voz tan tremendamente
fuerte que hacía temblar todo la tierra. De repente volvía a gritar esta voz
tan fuerte del Jefe y todos los Puerros
se paraban a la vez, otro grito del Jefe y los Puerros se relajaron y se
sentían en el lado de la carretera.
Esto
era un problema para Pako la Patatita y para Simón el Gruñón, porque por ahí
tenían que pasar ellos, pero les daba miedo todos estos Puerros con sus sables
y todavía mas miedo les daba el Jefe. Se miraban el uno al otro preguntándose,
como iban a hacer ahora.
Simón
se puso a llorar, el tenía que comprar las lechugas en el mercado y si tardaba
demasiado tiempo, no quedaban lechugas. Su madre se pondría furiosa porque
entonces no tenía comida para hoy, y todos sus hermanos se pondrían a llorar.
No, había que encontrar una idea para poder pasar todos estos puerros ahí
sentados en la carretera con su Jefe que ahora se había dormido y roncaba,
¡pero como roncaba! Jamás Pako la Patatita y Simón el Gruñón habían oído tanto
ruido. Un ruido ensordecedor, tenían que gritar en sus orejas para entenderse y
aún así casi era imposible entender lo que se decía.
De
pronto uno de los Puerros del ejercito de Puerros se les acercaba, Pako la
Patatita tuve muchísimo miedo y Simón el Gruñón casi se desmayaba. El soldado
Puerro les empezó a hablar pero Pako y Simón o entendían nada de lo que les
decía. Hablaba raro, nunca habían oído hablar así. El soldado Puerro se inclinó
frente a ellos, Pako y Simón se miraban el uno al otro no sabiendo que hacer,
cuando al final ellos también se inclinaban. Al volver a incorporarse el
soldado Puerro sonrío y volvía a hablar. Pero, ¡que decía! Indicaba a sus patas
y después al cielo. ¿Que podía ser esto? Hasta de pronto A Pako la Patatita se
lo ocurrió que cuando el estaba jugando con sus primos en la tierra a veces
chocaba contra un montón de patas igual que las de los soldados Puerros, y
dijo: ¡tienen sed! Seguro que tienen sed! Simón el Gruñón no entendía nada y
dijo, ¿sed? ¿Como que sed? Si gritó Pako la Patatita, ¡Sed! En la tierra los
puerros beben por sus patas blancas. Entonces a Simón el Gruñón se le ocurrió
una muy buena idea, cerca de donde estaban se encontraba un charco muy grande
que el había visto el día anterior cuando fue e visitar a su tío Jesualdo.
Había llovido mucho estos días y todavía el charco no se había secado. Así que
Pako la Patatita y Simón llevaron a todos estos Puerros al Charco a beber agua,
menos mal el jefe siguió roncando y no se despertó.
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