Paco
la Patatita y Simon el Gruñon siguieron su camino hacia el mercad a comprar las
lechugas que la madre de Simon el Gruñon
le había encargado.
Se
estaba haciendo tarde, muy tarde y que pasaría si ya no quedaban lechugas en el
puesto de la Señora Verde todo Verde? Simon el Gruñon empezó a sudar ya que su
madre se enfadaría muchísimo con el.
¡Vamos!,
mas de prisa, le decía a Pako la Patatita, ¡hay que llegar a tiempo en el
mercado! Así que empezaron a correr, la casita de Simón el Gruñon iba de un
lado a otro según avanzaba, nunca Simon el Gruñon había corrido tanto.
Empezó
a sudar y le faltaba la respiración pero no le importaba, tenía que llegar a
tiempo en el mercado.
Cuando
de pronto se oía por el camino unos gritos de dolor y mas se avanzaban mas
fuerte se oían los gritos.
Pero
que esta pasando preguntaba Paco la Patatita. No lo sé le respondía Simon el Gruñon.
Cuando de pronto veían delante de ellos
en el camino el Señor Todo a Cien. Andaba muy despacio y quejándose un montón.
Ay, ay, ay, ay, decía. Al acercarse Simon el Gruñon y Pako la Patatita, Simon el
Gruñon le preguntó, ¿qué le pasa Señor Todo a Cien. El Señor Todo a Cien le respondió,
son mis zapatos, mi mujer me ha comprado nuevos zapatos y me quedan pequeños.
Los dos, Simon el Gruñon y Pako la Patatita miraban a los zapatos del Señor
Todo a Cien. El Señor Todo a Cien llevaba 100 zapatos, uno en cada pie, pero
sus pies ya no querían avanzar, los zapatos le hacían demasiado daño. Pako la
Patatita estaba muy sorprendido al ver tantos zapatos y le preguntó al Señor
Todo a Cien como se había puesto todos estos zapatos demasiado pequeños. El Señor
Todo a Cien rompió a llorar diciendo que su mujer le había obligado a ponerse
los zapatos y le decía que por ser los zapatos nuevos podían apretar un poco.
Pero pobre Señor Todo a Cien, los zapatos se le quedaban realmente demasiado
pequeños y ya casi no podía andar mas. Atraído por los gritos del Señor Todo a
Cien se le acerco Verónica la Mariposita que se le quedó mirando con cara de
gran pena. Que le pasa Señor Todo a Cien le pregunto Verónica la Mariposita,
que le pasa? Ay hija me duelen tanto los pies, mi mujer me ha comprado nuevos
zapatos y me quedan pequeños. Verónica la Mariposita miró a los zapatos del Señor
Todo a Cien cuando de pronto empezó a reír a carcajadas. Se reía tan fuerte que
su cara cambio de color, se le puso todo naranja con sus grandes ojos verdes.
No dejaba de reírse. Los tres, Pako la Patatita, Simon el Gruñon y el Señor
Todo a Cien se miraban el uno al otro y no entendían nada. Verónica la
Mariposita seguía y seguía riéndose no pude parar de reírse. Subía y bajaba en
el aire, sus alas de colores la llevaban cada vez mas altas y altas hasta
chocar con la Señora CuCuk que estaba sentada en el árbol tranquilamente.
Cuidado gritó la Señora CuCuk me vas a tirar del árbol!
Verónica
la Mariposita dejo de reír y bajo tranquilamente al camino y se sentó a lado
del Señor Todo a Cien.
Empezó
a hablar al Señor Todo a Cien, Mira Señor Todo a Cien, Usted tiene a cada lado
de su cuerpo pies, los pies del lado izquierdo miran hacía la izquierda y los
pies de la derecha miran a la derecha. Con los zapatos es lo mismo, pero si
Usted pone el zapato que mira a la derecha en el pie que mira a la izquierda
entonces sus pies le hacen mucho daño. El Señor Todo a Cien se la quedó
mirando, no comprendiendo lo que estaba diciendo Verónica la Mariposita, cuando
de pronto empezó a reaccionar, miró sus zapatos y lo vio, claro se había puesto
los zapatos al revés. El Señor Todo a Cien se sentó en el suelo y empezó a
soltar los lasos de todos los 100 zapatos.
Tardaba
mucho ya que eran muchos zapatos, Verónica la mariposita y Pako la Patatita
también empezaron a ayudarle. Después de mucho tiempo terminaron de cambiar los
zapatos del Señor Todo a Cien, ahora el Señor Todo a Cien parecía mas contento
ya no le dolían los pies, de pronto se puso a reír y a admirar sus nuevos
zapatos, echando flores a su mujer por haber elegido zapatos tan bonitos.
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